“Heredia va viendo cómo la ciudad cambia y a partir de eso construye su crítica al neoliberalismo”
El autor, sociólogo y magister en Literatura, analiza e interroga al detective más célebre de la literatura chilena en su ensayo “A la caza de Heredia”, recientemente publicado por Narrativa Punto Aparte.
Nacido a fines de la década de los 80 en la novela “La ciudad está triste”, el detective Heredia es uno de los personajes más famosos y entrañables de la literatura chilena. Protagonista de una veintena de novelas, el detective creado por el escritor Ramón Díaz Eterovic es el máximo representante de la literatura negra nacional y sus historias abarcan diversos periodos de la historia reciente del país.
Pero ¿cómo piensa y qué elementos configuran la personalidad del célebre sabueso? ¿Cómo se relaciona con la política y la historia? ¿Cómo se vincula con la literatura? ¿Cuáles son sus miedros y contradicciones frente a la posmodernidad? Estas y otras preguntas son las que se formuló el escritor sociólogo y magister en Literatura Joaquín Escobar, autor del ensayo “A la caza de Heredia. Aproximaciones a la mente de un detective posmoderno”, recientemente editado por Narrativa Punto Aparte como parte de su colección Expedientes.
El libro será lanzado el próximo jueves 25 de mayo, a las 19.00 horas, en la Biblioteca Municipal de Providencia, con la participación de la escritora Montserrat Martorell, el académico Ignacio Álvarez y el autor.
A través de seis hipótesis, Joaquín Escobar interroga al personaje del detective Heredia, buscando las claves de su personalidad. En la primera parte, identifica a Heredia como un flaneur, es decir, un caminante que, a través de sus paseos diurnos y nocturnos por la ciudad, va configurando su crítica al neoliberalismo. A continuación, analiza la relación de Heredia con la historia, con el tiempo y con la violencia, así como la matriz cultural que configura su personalidad y su visión política, recurriendo a autores como Gabriel Salazar, Mijaíl Bajtín o Tomás Moulian. También busca establecer los puntos de contacto y las diferencias entre Heredia y el poeta Teillier, para finalmente revelar las contradicciones del detective frente a la posmodernidad que le toca vivir.
-¿Cuál es tu relación con Heredia?
-La relación con Heredia parte en mi época universitaria, cuando estaba en primer año de universidad y estaba un poco chato de leer teoría y sociología, y agarro de la biblioteca de mi papá “El ojo del alma”, que es una novela del año 2001, y la empiezo a leer y no puedo parar de leerla. Ahí empecé a investigar más sobre el personaje, empecé a conseguir las novelas en San Diego, en LOM, había algunas medio perdidas pero me di cuenta de que Heredia tenía hartos seguidores. Me interesaba la anacronía del personaje, que hablara con un gato, que fuera alcohólico, que siempre estuviera resolviendo casos que no podía resolver el Estado, que no podía resolver la ley, o que no quería en muchos casos, y eso me parecía interesante
-¿Cuál es tu novela favorita de Heredia?
-Para mí es “Ángeles y solitarios”, que es una novela donde quizá Heredia no es tan protagonista sino que Stevens, que es un vecino que vivía igual que el en la calle Aillavilú, en el centro de Santiago, cerca de la Estación Mapocho, y es un caso en el cual se investiga tráfico de armas, con el Estado ya bajo los gobierno de la Concertación. Entonces me parecía interesante también ver cómo Heredia cuestiona los gobiernos democráticos en los 90. Esa es mi novela favorita y la que me marcó con Heredia.
-Con este ensayo, ¿buscas entender al personaje?
-Se trata de entender al personaje pero desde un punto de vista crítico. Yo cuando empecé a leer a Heredia, como se dice coloquialmente, le compraba todo, creía que siempre tenía la razón. Sin embargo, cuando empecé a hacer un magíster de Literatura Latinoamericana me di cuenta, junto al profesor Ignacio Álvarez, que fue quien dirigió mi tesis, que el personaje tenía contradicciones, que tenía falencias, que cometía errores y que eso no se lo hacían ver en las otras investigaciones que existían sobre él. La idea fue empezar a cuestionar el personaje y así surge la tesis de que Heredia es una suerte de estafa. El personaje es anacrónico porque no se adaptó a los nuevos tiempos y a la nueva izquierda y ese discurso de perdedor siempre le hizo mal a los procesos políticos. Así que empezamos a cuestionarlo y ver que era un personaje que había que darlo vuelta. Me parece que es bueno golpear de repente en la literatura, dar vuelta a los personajes, a los autores, no es bueno quedarse con una visión única y cerrar el debate. Para mí había que cuestionar e interrogar a Heredia, así como se cuestiona a los personajes de Cortázar, que envejecieron mal, o se cuestiona la obra de Neruda, etcétera. Bueno, veámoslo también con personajes queribles y entrañables como Heredia, dónde están sus falencias, dónde están sus errores, dónde están sus miedos. Heredia de una u otra forma contribuye a la sociedad que tanto critica y eso lo pueden ver en el libro a través de las distintas hipótesis. Se contradice y nunca logra saberlo, y esas falencias son las que intentamos presentar y debatir. En las investigaciones anteriores sobre el personaje repetían lo que ya sabíamos: Heredia el personaje melancólico, que observa la ciudad… Bueno, pero ¿qué más hay? ¿Esa es la única capa? Además el personaje va mutando como muta la sociedad chilena.
-¿Cómo encaja Heredia en la posmodernidad?
-Heredia critica la posmodernidad sin nunca nombrarla como tal, como posmodernidad, pero es interesante que una de las características, según Gilles Lipovetsky, de lo que es la posmodernidad es que está siempre haciendo un reciclaje de lo que es el pasado, esto de la canibalización del pasado, tomar algo del pasado y resignificarlo en el presente, como son ahora por ejemplo los vinilos, los casetes, los autos mini… Heredia tiene algo de ese fetiche, de andar con un Chevy Nova, de siempre estar recurriendo a cosas de tiempos que ya no existen, anda sin celular, no se maneja en un computador, ese tipo de cosas. Lo que él cree que es una rebeldía no es ningún tipo de rebeldía, porque es la posmodernidad la que invita a reciclar el pasado y él recicla el pasado creyendo estar haciendo un ejercicio de resistencia que no es tal.
-En la primera tesis del ensayo, postulas que Heredia es un flaneur, ¿cómo se asocia a este concepto?
–Flaneur es un concepto de Benjamin, que lo saca de Baudelaire, de un paciente que anda por París. Acá yo propongo que Heredia es un flaneur que, en el centro de Santiago y en la arquitectura del centro de Santiago, va viendo cómo la ciudad cambia y a partir de eso construye su crítica al neoliberalismo. Los lugares, los bares por los que anda Heredia, ya no existen, ahora ahí hay un banco, hay un edificio, hay otra ciudad, es otra urbe, más posmoderna, y a través de su recorrido, de su imagen de caminante, Heredia va construyendo su visión. Además Heredia, al ser un detective, no tiene un trabajo formal, asalariado, de horarios, anda el contrario del resto, entonces se detiene en cosas que un paseante habitual no se detiene.
-¿Cuál es el vínculo entre Heredia y el poeta Teillier?
-Heredia es un personaje teilleriano totalmente, lárico; no solo lo lee, en varias novelas aparece leyéndolo o citándolo, sino que además está estructurado por esa cosmovisión de vida que es la nostalgia, la melancolía, la saudace como dicen los brasileños, el pasado como un tiempo mejor. Sin embargo, Heredia es más pesimista. Teillier tiene un verso que dice algo así como que aunque sea un boxeador herido, voy a dar mis últimas batallas; Heredia no tiene eso, sino que tiene el pesimismo y el derrotismo encima. Se aparta un poco de Teillier en que en Heredia la desesperación y la desesperanza es absoluta.
-Al analizar la relación de Heredia y la historia, postulas que es un hijo del Frente Popular, ¿lo ha marcado su historia personal en su forma de ver la sociedad actual?
-Heredia es un producto del Frente Popular por la época en la cual se crió, en la cual había un Estado protector que apelaba siempre a la educación y a la enseñanza. Heredia se crió en un orfanato y después estudia Derecho en la Universidad de Chile un año, se retira y monta este espacio de detectives. Él es un producto de la historia de ese Chile, no es el Chile obviamente actual, tampoco el posterior, sino que toda su matriz, toda su cosmovisión política y cultural, esta anclada en el Frente Popular. Durante ese periodo histórico él se forja y se forma como ser humano y no lo abandona nunca, es un hijo del Estado y por eso tiene tan fuerte ese proceso en su vida y en todas sus novelas y en la forma en que mira el Chile y los procesos de Chile hasta lo que ha pasado hoy. Pero él es un testigo, nunca es un participante activo de la historia; es más bien un derrotado por la historia y eso para él es una forma de resistencia, pero según mi cosmovisión eso no es ninguna forma de resistencia sino de contribuir a. Él es un testigo, un cronista de la ciudad, de lo que pasa en Chile, un historiador en miniatura.
-¿Qué lugar ocupa Heredia en la novela negra latinoamericana?
-En las sociedades latinoamericanas, en la dictadura y posdictadura, la novela negra se empieza a involucrar como un personaje más activo dentro de los procesos sociales. Aparece el terrorismo de Estado, que es lo que combate Heredia de cierta forma, y el mayordomo de la novela policial clásica ya deja de ser el asesino. Ahí está el choque entre literatura policial y novela negra. Sherlock Holmes y Heredia no se parecen en nada, sin embargo, Heredia sí tiene sus pares latinoamericanos, como por ejemplo Belascoarán, de Paco Ignacio Taibo, que es el detective mexicano. Pero en Chile Heredia es único, para mí es el mejor detective, más allá de que lo cuestión y lo critique; lo quiero como lo quiere su inmensa cofradía de lectores que cada vez son más. Es el único de los personajes de la literatura chilena actual que lleva 30 años resonando en nuestras bibliotecas, en nuestras cabezas. Heredia se va a morir en algún minuto y está bien que así sea, pero va a ser siempre el detective inmortal al que siempre va a haber que leer, documentar y también interrogar.