El escritor viñamarino Felipe Acuña Lang lanza “Esteroides”, este jueves en el Palacio Rioja. “Este libro puede ser un thriller y un fresco social”, señala el autor.
Un fisicoculturista legendario lucha por mantener su gloria en medio de la decadencia de su cuerpo. Una profesora de fitness se involucra con un joven alumno que busca transformar su apariencia con el ejercicio extremo. Una pareja de trabajadores –él, conserje de un edificio en Viña, y ella, profesora en un liceo público- intentan reconstruir los últimos momentos de vida de su único hijo. Tráfico de anabólicos, agotadoras rutinas de musculación, redes de escorts, encuentros sexuales clandestinos y el omnipresente recuerdo del pasado perdido de una ciudad —Viña del Mar— dan vida a “Esteroides”, la nueva y adictiva novela del escritor y periodista viñamarino Felipe Acuña Lang, que será lanzada este jueves 9 de diciembre, a las 18.30 horas, en el Palacio Rioja. La novela se suma así al catálogo de la editorial independiente Emergencia Narrativa.
En “Esteroides”, la trama se desplaza en torno a la muerte de Marcos, un joven fisicoculturista viñamarino que ha sucumbido ante una sobredosis de anabólicos. A partir de ese hecho, Acuña Lang arma un original entramado, fragmentario y coral, desde donde se aborda no solo la muerte del muchacho, sino también el culto extremo al cuerpo, el hedonismo y los secretos que esconde cada personaje detrás de su apariencia.
Una subtrama recorre la novela: la vida actual y la memoria de la ciudad, que se convierte en otro personaje de “Esteroides”. A través de los padres del joven culturista fallecido, quienes buscan una explicación para su repentina pérdida, el autor recorre el pasado olvidado de Viña del Mar, previo a la dictadura, con la presencia de grandes industrias como la Refinería de Azúcar (CRAV) y la construcción de poblaciones para los trabajadores de antaño. También hay guiños a la vida comercial, los gimnasios tradicionales y los bares clásicos de la Ciudad Jardín.
-¿Qué te motivó a escribir “Esteroides” y cuáles son las principales temáticas que quisiste abordar en la novela?
-El ejercicio escritural supuso el desafío de retratar un mundo que me era misterioso y desconocido, como es el universo del fisicoculturismo viñamarino, el cual tiene una tradición en Viña del Mar. En la novela hay referencia al mítico gimnasio Romanos, de calle Von Schroders, y el Astros, de 14 Norte, cuna de grandes culturistas regionales. Además, el hecho de una muerte involuntaria de un joven moviliza la trama hacia los bordes del género policial, donde hay que resolver un enigma. La estructura de la novela es fragmentada y eso consigue un efecto hipnótico que permite leer la novela sin necesidad de una línea narrativa tan tradicional, y con saltos temporales. Por otra parte, el texto da cuenta de la territorialidad trabajadora de Viña del Mar, visualizando la conserjería como un tipo de trabajador demandante por la fisonomía de los edificios en altura. En “Esteroides” el nudo argumental es la búsqueda de la verdad de un conserje que busca a los responsables de la muerte de su hijo. En ese sentido, este proyecto de escritura narra personajes que se salen del estereotipo de ciudad balneario y son personajes de clase trabajadora. La novela cruza dos mundos, el Viña de la conserjería y el Viña de los gimnasios.
-¿Cómo fue el proceso de investigación? ¿Tuviste que adentrarte en el tema del físico culturismo para sostener la trama? ¿Qué desafíos presenta escribir sobre un tema que no te es tan familiar?
-Para conseguir visualizar la problemática de narrar a una ciudad como otro Viña, investigué su historia fundacional, sus procesos de industrialización y modernización, y sus contextos de habitalidades modernas en plenos años ‘60 y la contemporaneidad como telón de fondo, como otra línea donde la ciudad también es un personaje; y, por otra parte, mucha investigación sobre el culturismo, con entrevistas a fisiólogos del deporte, observación de campo en los gimnasios, fotografías, seguimiento de artículos de prensa, revistas de culturismo y ensayos sobre el cuerpo y la belleza desde un punto de vista filosófico. “Desnudez”, de Giorgo Agamben, fue fundamental para dar cabida a la reflexión metaliteraria teológica, y el ensayo clásico de Yukio Mishima, “El sol y el acero”, que cruza la belleza física con el intelecto. Para sostener la trama los personajes secundarios fueron esenciales para dar cuenta del tráfico de esteroides, por proveedores inescrupulosos que surten a los gimnasios en Viña del Mar. En ese sentido, Lili se constituye en la heroína de esta novela como guía de un arco narrativo que va complejizándose con pistas que se van resolviendo, en la medida que se van revelando sus personajes.
-La ciudad de Viña del Mar es más que un escenario en esta novela, tiene un rol protagónico en la historia. ¿Qué te interesa rescatar o destacar acerca de la ciudad, desde lo literario?
-La novela “Esteroides” pretende desde lo literario mostrar otra ciudad, sus centros de clase trabajadora y media, centros de sociabilidad como los clubes sociales, el Cosmopolita de calle Arlegui, el Sporting, el Polideportivo de Padre Hurtado, el estadio Sausalito, la bohemia de calle Valparaíso y Von Schroders, y los sectores oriente de la ciudad, como el de 14 Norte y sus alrededores. La idea fue retratar espacios y lugares no convencionales de lo típica ciudad de las postales, además de desplazar la poesía desde la imagen y la síntesis para contar una historia, a través del montaje de un Viña social e histórico.
-En “Esteroides” hay un crimen, un submundo desconocido y protagonistas trágicos, ¿considerarías esta novela como un noir?
-Posiblemente tiene rasgos de un cine negro contemporáneo que me resulta cinematográfico, ya que la novela tiene ese desplante, con una combinación de géneros, tal vez el porno erótico. Veo que “Esteroides” podría ser como una canción de Blondie, pero en un milenio lleno de incertezas y promesas por alcanzar los paraísos artificiales. “Esteroides, narraciones anabólicas”, puede ser un thriller, un fresco social, donde uno de sus personajes es un gigoló, pero ahora latinoamericano, haciendo alusión a la mítica película “American gigolo” de Paul Schrader, de 1980.
-Hacia el final, la novela rompe el esquema tradicional y se acerca hacia lo metaliterario, con una reflexión acerca del proceso escritural y la inclusión del autor como personaje. ¿A qué se debió este vuelco?
-El vuelco del escrito, en el monólogo “Pandemia», se debe a que me resulta fastidioso el exceso de la narratividad como condicionante, que contar una historia solo sea el ejercicio de una trama argumental. En ese sentido, romper el molde a riesgo de caer mal, de bombardear la escritura correcta, fue una toma de posición, una manera de dar cabida a la reflexión escritural, a lo imperfecto de la ficción, a la suciedad de los rastrojos, a esas zonas intermedias que permiten explayarse. Es la desesperación en contra de lo ideológico, de lo canónico, de lo que supuestamente debería hacerse para resultar normalizado. En ese sentido las escrituras más desordenadas, más desde un plano de búsquedas de un lenguaje, son las que más me atraen.
Felipe Acuña Lang (Viña del Mar, 1970) es periodista y escritor. Ha publicado las novelas El jazzista y El motociclista, y los libros de cuentos Huidas y Habitar. Es autor de las obras teatrales Última parada, La flor y Aullidos. Es fanático del jazz y asiduo caminante de las calles viñamarinas.
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